viernes, 22 de enero de 2021

Una nueva oportunidad

 

He de reconocer que el día que formalicé la matrícula de 3º y descubrí que entre las asignaturas que tendría que estudiar este año estaba Literatura, deseé que no se pareciera a la asignatura que ya había cursado en BUP y que no me había gustado nada en absoluto (opté por Ciencias Puras); pero por otro lado, pensé que quizás podría suponer una oportunidad para reconciliarme con una asignatura que pasó por esa etapa de mi vida sin pena ni gloria, sin despertar el más mínimo interés ni motivación por mi parte, en la que simplemente nos limitábamos a aprender movimientos literarios, autores y leer un número determinado de obras clásicas literarias sobre las que luego tocaría hacer un examen con el que demostraríamos todo lo que habíamos memorizado, para luego olvidarlo. En definitiva, sin encontrar el placer que la literatura nos brinda desde el momento en el que te sumerges en un libro.

Por suerte, con el paso de los años, he sido capaz de descubrir y extraer todo lo que un libro puede ofrecerte, que no es más que el de disfrutar. En ocasiones he reído, he llorado, he sentido miedo, he creado y recorrido con mi imaginación lugares maravillosos, y otros no tanto, he viajado en el tiempo, he conocido personajes que me han llegado al corazón, y con los que hasta he llegado a identificarme y otros, con los que no me gustaría cruzarme nunca. Sin embargo, he necesitado tiempo para darme cuenta de ello.

Como bien dijo en una de las clases mi profesor de Literatura en la Salle, José María Galindo, durante mis estudios de EGB y BUP digamos que los profesores no se encargaron precisamente de enseñarnos el placer literario que nos brindaban los libros, sino que aprendimos que leer un libro suponía más un castigo que otra cosa, debido a que después de la lectura, vendría un examen, una ficha de comprensión o un resumen del libro, dependiendo del curso en el que nos encontráramos.

Por este motivo, si hay algo que he aprendido a lo largo de la asignatura de Literatura española, literatura infantil y educación literaria y como futura docente, es que impartir una clase de literatura es algo más que recomendar un libro de lectura y hacer unos ejercicios de comprensión o un examen del libro. 

Esta asignatura nos ha brindado la oportunidad de hacer un recorrido literario mostrándonos las claves a los docentes para que la lectura de nuestros alumnos sea gozosa y crítica, que no sea considerada como una obligación o un castigo. 

Y es aquí donde me gustaría detenerme, en el papel tan importante que tenemos los docentes en hacer de los alumnos lectores competentes de obras literarias para que la lectura sea una experiencia satisfactoria.

Como bien sabemos, desde el mismo momento en el que niño nace está en contacto con la literatura a través de la tradición cultural o folclore, ese tipo de literatura tradicional oral que ha pasado de generación en generación y que perdura en el tiempo como son las nanas, las canciones, los cuentos, las rimas, retahílas, adivinanzas, leyendas… que les han cantado o contado sus familiares. Es por tanto en el seno de la familia donde el niño tiene el primer contacto con la literatura, ya sea a través de textos folclóricos, cuentos o poesía de autor, y posteriormente será la escuela la que continúe con la formación de la competencia literaria y el hábito lector del niño; de este modo, la familia y los docentes tenemos un papel muy importante como intermediarios de este proceso.

Citando a (C. Cerrillo) “El lector-niño no siempre elige sus lecturas, incluso en las primeras edades no tiene las condiciones necesarias para hacerlo, al ser un lector que no ha terminado la construcción de la personalidad, ni tampoco el proceso lector, y en el que su capacidad connotativa es limitada”

Somos los profesores los que debemos mostrarles el camino que los lleva al gran universo literario que existe, estimulando su curiosidad e imaginación con una gran variedad de temáticas que ayuden a formar su pensamiento crítico y su capacidad reflexiva. Debemos proporcionales opciones, teniendo en cuenta sus gustos y preferencias en base al momento evolutivo en que se encuentran, sin olvidar que también deberemos haber leído y analizado previamente el libro que recomendemos como primeros receptores del texto literario.

El camino literario lo hacemos nosotros, los profesores, pero debemos hacerlo bien para que a los niños les guste leer, para que tengan gusto literario y quieran seguir leyendo a lo largo del tiempo y de esta forma, la literatura forme parte de su vida; porque lo difícil aun cuando hayamos superado todos los obstáculos que nos hayamos podemos podido encontrar en el proceso de aprendizaje de la lectoescritura es mantener el deseo lector que caracterizaba a los niños cuando descubrieron la lectura.

“Según Zayas, el término "Educación Literaria" viene sustituyendo desde hace algún tiempo el término tradicional de "enseñanza de la literatura". La educación literaria consiste en hacer del alumnado lectores competentes de obras literarias.

Para lograr esta meta principal, es necesario que el alumnado:

- Descubra la lectura como experiencia satisfactoria.

- Dé una respuesta afectiva positiva hacia el texto.

- Reconozca en el texto vivencias propias.

- Se identifique con los personajes.

- Sepa interpretar el sentido del texto.

- Conozca los elementos literarios.

Difícilmente alguien que no experimenta el placer de la lectura desarrolla una competencia literaria satisfactoria.

La educación literaria se vincula directamente con la puesta en marcha de la competencia literaria, lo que implica que el alumno/a consiga y desarrolle una serie de habilidades:

a) Comprensión lectora.

b) Adquisición de hábitos de lectura.

c) Capacidad para el análisis y la interpretación de los textos.

d) Disposición afectiva hacia el disfrute de las obras literarias.

e) Escritura de textos producidos con intención literaria” (Federación de Enseñanza de CC.OO. de Andalucía, 2010)

En los últimos cincuenta años el hecho de que se haya insistido en la lectura comprensiva de textos o en la fluidez lectora, no han hecho más que causar el rechazo de los niños a la lectura al considerarla una obligación, y porque además se trataban de textos contrarios a sus gustos e intereses, en los que no reconocían experiencias propias y en los no se identificaban con ninguno de los personajes.

“Una de las características propias de la Literatura Infantil y Juvenil es la presencia de un adulto que facilite el contacto con los libros y acompañe la lectura cuando sea necesario. Ante tal responsabilidad cabría esperar de los futuros maestros que tuvieran un amplio bagaje literario, un perfil de lectores competentes y una fuerte conciencia del compromiso que tendrán que asumir.

Contamos cada vez con más evidencias sobre la influencia que ejercen los hábitos lectores de los maestros sobre sus prácticas docentes y en el fomento de la lectura en el aula, en relación con el modelamiento de actitudes y hábitos lectores de niños y niñas. Son los estudiantes del Grado de Maestro en Educación con mayor hábito lector quienes más importancia dan a los contenidos formativos relacionados con la promoción de la lectura frente a los de menor hábito, que circunscriben su interés a la formación centrada en la instrucción lectoescritora” (Elche Larrañaga & Yubero Jiménez, 2019)

De este modo, si los docentes queremos conseguir que nuestros alumnos lean para que puedan apoderarse de todos los beneficios que aporta la lectura como son la comprensión, fluidez, memoria, creatividad, juicio crítico, autoconocimiento e interpretación del mundo que le rodea, para que sean lectores competentes a lo largo de toda la vida, en primer lugar tendremos que sentir amor por la lectura y saber transmitir ese entusiasmo a los alumnos, y segundo, tendremos que engancharlos con libros que animen a la lectura y plantear actividades de animación de carácter lúdico, alejadas de todo aire didáctico que les permita un acercamiento afectivo e intelectual a un libro concreto. 

Unas actividades que se llevarán a cabo antes, durante y después de la lectura, sin olvidar la gran importancia de acompañarlos durante la lectura de un libro, compartiendo lo que les está aportando la obra literaria a los compañeros, compartiendo sus lecturas, generando diálogo, no respondiendo a cuestionarios o rellenando fichas. Porque si no lo hacemos así, el muro lo estaremos poniendo los profesores, los mediadores entre la Literatura infantil y Juvenil y los niños, y eso como docentes no podemos permitirlo.

No quería terminar la reflexión sobre lo que ha sido para mí esta asignatura sin agradecer en primer lugar todo lo que me ha aportado desde el día que comenzamos a realizar cada una de las tareas propuestas hasta la que ha sido la penúltima actividad correspondiente al quinto bloque, Creación literaria.

Han sido actividades a las que hemos dedicado tiempo, mentiríamos si no lo reconociéramos, pero siempre se han realizado con la intención de ofrecer lo mejor de nosotros, con el objetivo de aprender, de adquirir todas las competencias necesarias para que el día que por fin podamos dedicarnos a la docencia, poder ofrecer todo lo aprendido, sin olvidar que el aprendizaje debe continuar en el tiempo, que no podemos estancarnos, y más aún en la educación, en constante cambio con la sociedad. Gracias por ofrecernos la oportunidad de mostrar todo aquello que manteníamos en nuestro interior y desconocíamos o teníamos olvidado.  

En segundo lugar, como ya había comentado en líneas anteriores, esta asignatura iba a suponer un reto para mí, sobre todo por la parte de literatura clásica y las “grandes obras literarias” que obligatoriamente tuve que leerme y que desgraciadamente, no les encontré sentido alguno. Sin embargo, el hecho de atreverme a plantear un monográfico de “Platero y yo” ha hecho que, por un lado, vuelva a recordar la biografía de Juan Ramón Jiménez y que, por otro, descubra una obra maravillosa, repleta de sentimientos y ternura, con la que incluso no pude reprimir alguna que otra lágrima.

Una obra dotada de bellas descripciones de lugares, personajes, naturaleza, cuya calidad no hace más que contribuir a imaginar todas las vivencias del autor, además de contar con abundantes figuras retóricas y detalles, que nunca había leído completamente, y que próximamente empezaré a leer algunos capítulos con mi hijo para que pueda disfrutar de su gran belleza poética, acompañado de un burrito pequeño, peludo y suave llamado Platero. Gracias por recordarme que la literatura clásica no tiene porqué ser aburrida, y por enseñarme otras formas de acercarles los grandes clásicos a los niños, en la que, sin duda, el esfuerzo e interés del profesor marcará todo el aprendizaje de nuestros alumnos, para que a ellos no les ocurra lo que a mí y puedan disfrutar de nuestra cultura sin la presión de ejercicios de comprensión ni comentarios de textos.

Por otro lado, otro bloque que me ha parecido interesantísimo ha sido el de creación literaria, no sólo porque nos ha mostrado las infinitas posibilidades que existen para la creación de textos en prosa o en verso, y  porque resultan muy sencillas, como si de un juego se tratara y que ayudan a combatir la desagradable sensación de “folio en blanco” a la que se enfrentan casi todos los alumnos en el momento que le pedimos que hagan una narración, un cuento o una poesía (que no necesariamente tiene que rimar) y que podemos proponerles, sino porque debemos tener en cuenta que, citando los apuntes de Literatura española, literatura infantil y educación literaria “los actos de creación, como tales, son perfectos en sí mismos y no son evaluables ni calificables”.

No podemos calificar las creaciones de nuestros alumnos con unos baremos, sino que debemos comentar con ellos aquellos aspectos tantos formales como de contenido que podrían mejorar, aportándoles ideas, para que luego puedan ponerlas en práctica, pero nunca calificando el acto de creación.

Y finalmente, me gustaría terminar esta reflexión comentando la forma en la que se ha trabajado con la literatura en el aula durante el tiempo que he realizado el Practicum II.

Durante mis prácticas en el curso de 3º de Educación Primaria, lo que sí que me ha quedado claro es que, ante todo, a los niños les gusta leer. Es más, los niños de este grupo estaban deseando leer, ya fuera practicando la lectura silenciosa de su propio libro de lectura que traían desde de casa o leyendo en voz alta el párrafo del texto que tocaba leer en clase durante la hora de comprensión lectora, llegando incluso a llamar la atención a la profesora en el caso de que alguno de ellos no hubiera leído. Sin embargo, lo que no les gustaba era hacer los ejercicios de comprensión lectora que venían después de la lectura del texto, el resumen, o el momento en el que tenían que escribir un cuento o una narración, ya que esto suponía enfrentarse a ese papel en blanco delante del cual a veces no se les ocurría nada, o bien se bloqueaban después de escribir un par de líneas y te preguntaban si eso era suficiente, deseando terminar lo antes posible.

Los niños de 3º tenían un libro de comprensión lectora con el que trabajábamos en clase un día a la semana. Ese día, después de que todos los niños hubieran leído en voz alta uno o dos párrafos del texto a la vez que se les iba corrigiendo la lectura, se procedía a hacer los ejercicios de comprensión lectora entre todos.

A lo largo de estas lecturas, la profesora les pedía que fueran subrayando aquellas palabras que desconocían para explicarlas después; aunque si había una palabra nueva, que posiblemente no hubieran escuchado nunca, la profesora primero preguntaba si algún niño conocía su significado para que él mismo lo explicara al resto de los compañeros, o en caso contrario, lo explicaba ella. Otras veces, se valía del texto para relacionar algunas palabras que aparecían con las reglas de ortografía que estuvieran viendo en ese momento, o con las categorías gramaticales como los adjetivos. Así, en determinados textos en los que aparecían descripciones de personajes que no sólo hacían referencia a aspectos físicos, sino también a su carácter, la profesora les recordaba que esas palabras también eran adjetivos.

Durante la lectura del libro de comprensión lectora los niños pudieron descubrir lo que era una adaptación con el texto “La gallina de los huevos de huevo”. La profesora en primer lugar les preguntó si se habían fijado que al final del texto ponía que era una adaptación del cuento “La gallina de los huevos de oro” y que porqué ponía eso, para luego explicarles su significado y preguntarles si conocían el cuento original, a lo que muchos de ellos respondieron que sí y acabaron contando entre todos, la versión original y estableciendo comparaciones casi sin proponérselo.

También descubrieron una fábula en verso llamada “El burro flautista”, que sirvió para hablarles de la fábula, la poesía, que tenía rima, que tenía palabras que se repetían, que era como una canción, y sobre lo que eran las estrofas y los versos. Además, también me recordó a mi trabajo con los textos folclóricos porque en ella apareció la palabra “acercase”. Los niños sabían perfectamente lo que significaba y lo único que hubo que explicarles fue que era una palabra del castellano antiguo.

Los libros de lectura propuestos por el colegio que formaban parte del Plan lector eran “Un número mágico” y “El hombre de la luna”.

Durante mi período de prácticas, los niños leyeron “El hombre de la luna”. Se trataba de un cuento de tapa dura con unas ilustraciones fantásticas que tenían que haber leído el curso anterior. Sin embargo, al surgir la pandemia, la lectura se hizo en casa y no se trabajó desde el colegio. Como este año desde el colegio se había decido retomar la lectura del libro, los niños tenían que leerlo en casa.

Un día en clase, la profesora les preguntó si lo habían terminado de leer y si les había gustado. Como algunos contestaron que no lo habían terminado y otros que les había aburrido, la profesora decidió que lo leerían ese día entre todos en voz alta.

El resultado de eso fue espectacular, porque a la vez que se iban leyendo páginas, la profesora les iba haciendo preguntas que ponían de manifiesto tanto la comprensión connotativa como denotativa, reflexionando sobre determinadas cuestiones que surgían como la muerte de los padres del protagonista. Se identificaron las partes del cuento, el protagonista, el antagonista y el resto de los personajes, e incluso los niños propusieron finales diferentes y reconocieron que al final sí que les había gustado.

Sin embargo, lo que más nos sorprendió tanto a la profesora como a mí, fue cuando un niño llamado A. leyó la parte de texto que le había tocado, la nana que le cantaba la madre al protagonista, y que, sin pedírselo, le dio musicalidad Fue espectacular, tanto, que las dos nos miramos, incrédulas y súper emocionadas. Fue precioso el efecto que la lectura de la nana causó en A. y más aún a esta profe en prácticas. 

 

Bibliografía

C. Cerrillo, P. (s.f.). gazteaukera.euskadi.eus. Obtenido de https://www.gazteaukera.euskadi.eus/contenidos/noticia/dokumentuak_apirila/es_def/adjuntos/importancia_de_la_literatura_en_la_educaci%C3%B3n_literaria.pdf

Elche Larrañaga, M., & Yubero Jiménez, S. (2019). La compleja relación de los docentes con la lectura: El comportamiento lector del profesorado de educación infantil y primaria en formación . Revista de pedagogía .

Federación de Enseñanza de CC.OO. de Andalucía. (Marzo de 2010). La educación literaria en el entorno escolar. Temas para la educación(7).

Teoría de la asignatura Literatura española, literatura infantil y educación literaria (2020). La Salle. Madrid.


Artículo final sobre la Didáctica de la Lengua Castellana

Y después de unos meses de recorrido a través de cada uno de los contenidos de la asignatura y el reto que ha supuesto compartir todo lo apr...